Elegir el momento perfecto para visitar Madeira resulta relativamente sencillo gracias a su privilegiado clima subtropical, que ofrece condiciones favorables durante todo el año. Sin embargo, factores como las actividades planificadas, el presupuesto disponible y la preferencia por mayor o menor afluencia turística pueden influir significativamente en la elección de la temporada ideal para cada viajero.

El archipiélago madeirense, ubicado en el Atlántico a unos 700 km de la costa africana, disfruta de un clima excepcional conocido como «la eterna primavera». Esta estabilidad climática se debe a su posición geográfica y a la influencia de la corriente del Golfo, que mantiene temperaturas moderadas durante las cuatro estaciones. No obstante, la orografía montañosa de la isla principal crea diversos microclimas, con diferencias notables entre la costa y las zonas altas.

Los meses de marzo a junio emergen como el período dorado para visitar Madeira. Durante esta época, las temperaturas oscilan entre agradables 17°C y 24°C, los días son mayoritariamente soleados y la naturaleza alcanza su máximo esplendor, especialmente entre marzo y abril cuando la isla se transforma en un impresionante jardín multicolor durante el Festival de las Flores. La presión turística es moderada exceptuando Semana Santa, y los precios resultan razonables en comparación con la temporada alta veraniega.

Septiembre y octubre constituyen otra excelente ventana para descubrir el archipiélago. Las temperaturas permanecen muy agradables (19-25°C), el mar conserva el calor acumulado durante el verano y la afluencia turística disminuye considerablemente tras el pico estival. Es una época perfecta para combinar actividades de playa con senderismo por las famosas levadas, los históricos canales de riego que recorren la isla creando una red de senderos única en el mundo.

El verano (julio y agosto) ofrece los días más cálidos del año con temperaturas que oscilan entre 21°C y 27°C en la costa. Sin embargo, coincide con la temporada alta debido a las vacaciones escolares europeas, lo que implica mayor concentración turística y un incremento sustancial en los precios de alojamiento y servicios, especialmente en agosto. Las zonas costeras del sur como Funchal y Calheta disfrutan de más horas de sol y temperaturas ligeramente más elevadas que la costa norte.

El invierno madeirense (noviembre-febrero) sorprende como una excelente alternativa al frío continental europeo. Con temperaturas que raramente bajan de los 15°C en la costa y con máximas que pueden alcanzar los 20-22°C en días soleados, permite disfrutar de actividades al aire libre cuando medio continente europeo se encuentra bajo mínimos. Las precipitaciones son más frecuentes, especialmente en diciembre y enero, pero generalmente se presentan como chubascos breves que raramente estropean planes turísticos. Las zonas montañosas interiores experimentan temperaturas más frescas, ocasionalmente con nevadas en las cumbres más altas como Pico Ruivo (1.862 m).